Irreal...

Irreal porque vivimos en una realidad donde el amor se expresa con un corazoncito en Facebook, donde la gente que lee es casi tan rara como la que no vio "Transformers" y donde para conocer a alguien es necesario estar intoxicado (perder hasta cierto punto el raciocinio). Porque el nuestro es un mundo en el que la gente lucha más por el último cigarro que por combatir la corrupción, en el que vale más una apariencia que una pasión y en el que todo parece estar a la venta.

Pero también irreal porque estoy enamorada de la confusión, de aquello diferente, ensoñada con esta locura que llamamos vida...

lunes, 13 de mayo de 2013

De ranas y de peces



Un día la rana se acercó al estanque a ver al pez. Lo podía recordar perfectamente, con sus brillos dorados y sus aires de gran dragón japonés. Las ranas no recuerdan mucho, pero él no olvidaba a ese pez gigante que alguna vez lo había acobijado entre sus aletas. Los renacuajos, que podrían confundirse con peces, se convierten en ranas y ya no hay forma de regresar. Una vez que eres rana tu vida dará un giro tan grande que querrás vomitar.
La rana se asomó al estanque. Adentro nadaban cientos de peces naranjas y negros y blancos. La rana buscó con la mirada a su pez dorado. Cuando lo vio acercarse las ancas le temblaron como agua de pantano cuando llueve. Ese ya no era su pez, había perdido brillo, estaba flaco y sus movimientos eran lentos y dudosos. Ya no tenía aires de gran dragón japonés, ahora se veía terriblemente triste, incluso sus bigotes parecían más caídos.
La rana se echó al agua y nadó hacia él. Los peces tienen poca memoria, pero él no olvidaba a ese pequeño renacuajo que alguna vez se había metido entre sus aletas. Los otros peces se le acercaban y lo rozaban con suavidad y sus escamas apenas se tocaban y el pez dorado se sentía reconfortado. Pero él era una rana, si se le acercaba nadando le daría una patada, él no podía jugar a rozar, él no lo podía acompañar.
La rana se salió del agua y regresó al bosque, con las otras ranas, pero en la noche no pudo croar con ellas y por la mañana apenas podía saltar. Y trató de explicar a las otras ranas pero nadie entendía siquiera lo que era un pez. Aún las mejores ranas eran incapaces de croar un acompañamiento para su soledad.
La rana regresó al estanque y se quedó ahí, a la orilla, a ver al gran pez dorado morir. Y el pez perdía sus fuerzas y la rana lo observaba todo, sin poder hacer nada, ni siquiera acariciarlo como los otros peces. Y un día el pez dorado murió. La rana entonces cantó la canción más triste del mundo y los peces no pudieron escucharlo adentro del agua y las otras ranas no pudieron entender lo que cantaba. Y la rana descubrió que la muerte es el acontecimiento más solitario que se puede experimentar.

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